Ciudad del Este, 26 de Marzo de 2009
Queridos hermanos en Cristo:
En Hechos 26:18 Pablo se encuentra frente al rey Agripa defendiendo su causa; estaba preso ya hacía un poco más de 2 años. En su relato sobre su conversión cuenta como Jesús le aparece y le confirma, entre otras cosas, para qué él es escogido, y para qué sería enviado. Entre las cosas que le dijo al rey, existe algo que particularmente a mí me hace reflexionar mucho. El versículo dice así:
“para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:18).
En primer lugar. Jesús claramente aquí confirma que los que no están convertidos pertenecen al reino de Satanás. No existe la conversión a medias. No existen, como se dice normalmente, los tibios. O estás con Dios o estás con Satanás. O frío o caliente. O muerto o vivo. Dios es un Dios de “ser o no ser” (Talvez Shakespeare haya tenido su única inspiración divina en ésta frase) o blanco o negro. No existe la escala de tonalidades con Él.
En segundo lugar. La conversión es para el perdón de nuestros pecados y para que recibamos la herencia reservada para los santificados. Los santificados son los que se convirtieron. No son los medio convertidos, que es una utopía; no existen. Jesús dice que vamos a recibir una herencia. No vamos a recibir media herencia. No existe un porcentaje a recibir según nuestro grado de conversión. Nadie puede tener una conversión a su manera, nadie puede seguir a Dios a su manera, no existe.
Entonces creo que es justo que cada uno de nosotros oremos por los inconversos, por las almas perdidas, por los llamados tibios, por aquellos que dicen seguir a Dios a su manera, por los que no entienden. Yo también voy orar por mi, porque debo estar cerca.
Bendiciones.
Carlos